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Demasiado amor

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A veces he visto algunas madres (y padres) que no se separan ni un segundo de sus hijos, pendientes de cualquier situación que les pueda pasar o de satisfacer sus deseos lo más rápido posible para que estén a gusto, olvidando a veces sus propias necesidades y concentrando todas sus energías en sus hijos. 

Todos queremos proteger a nuestros hijos y nos gustaría que nunca les sucediera nada malo, que su entorno sea lo más seguro posible, que sean saludables, que amen al prójimo y que sean personas de bien. Todos (o la gran mayoría) amamos a nuestros hijos y quisiéramos lo mejor para ellos, dándoles nuestro cariño y protección, pero si lo hacemos en grandes dosis, demasiado afecto puede ser también perjudicial para ellos.

Los padres que constantemente están encima de sus hijos dándole muestras de cariño de manera exagerada, lo que logran es que los niños no aprendan a expresar su afecto hacia otras personas, sino a que enfoquen su atención en ellos mismos y luego esperen y exijan ese mismo amor de las otras personas. Como resultado, estos niños no pueden crear un enlace emocional con otros y a veces da la impresión de que no se interesan por los demás, concentrando toda su atención en sus progenitores. Esto conlleva que el niño se vuelva solitario y aislado del resto del mundo.

Otra consecuencia de darles demasiado afecto, es que los niños se sienten inseguros cuando los padres no están. No son capaces de desenvolverse por sí solos y sienten temor del entorno que les rodea, porque no está "su protector".

Con esto no quiero decir que no haya que darle cariño y mimos a nuestros hijos, sino que debemos medir las dosis de cariño sin exagerar, dejarlos un poquito libres para que aprendan y experimenten, para que se equivoquen y fracasen, a la vez que aprenden de sus errores.

No hay nada más hermoso que el amor de los padres hacia sus hijos y que éste sea recíproco, por eso, sí de verdad los amamos, dejemos que sean ellos mismos y que saboreen la vida con un poquito de libertad, proporcionándoles siempre nuestra dosis exacta de cariño y amor.


Cuando nos dejan solos

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A veces pienso en que me gustaría que mis hijos fueran más mayores, para que sean más independientes y no dependan tanto de nosotros, los padres. A veces sueño con tener una vida más relajada y apacible para poder disponer de más tiempo para dedicarme a mí misma, a mis sueños y ambiciones. Sé que cuando eso suceda, seguramente me arrepentiré y extrañaré estos momentos en los que ellos nos buscan, necesitan de nosotros, nos entregan su afecto sin condiciones y siguen las normas establecidas porque no les queda otro remedio que obedecer a papá y mamá.

Sin embargo, hoy día cada vez nuestros hijos tardan más en abandonar el nido, pues debido a muchos factores como la economía, la precariedad laboral, la comodidad de los jóvenes o el elevado precio de la vivienda, hacen que nuestros hijos permanezcan más tiempo viviendo con los padres.

A ello contribuye también el hecho de que hoy en día, los jóvenes disfrutan de más libertad en el hogar; generalmente lo tienen todo: su estancia gratuita, su comida preparada, su ropa limpia y sus relaciones sociales sin que los padres se entrometan demasiado.

En muchos casos, los padres silenciosamente desean que sus hijos se emancipen y hagan su vida, para ellos vivir la suya, sobretodo cuando sus hijos ya pasan la treintena, mientras otros desearían que sus hijos se queden para siempre con ellos, haciéndoles compañía y partícipes en sus vidas. En este último caso, es posible que surjan problemas en la convivencia y además nuestros hijos se perjudican porque mientras más tiempo pase, más les costará desarrollar las destrezas que conlleva el vivir solos. Se deberían fijar unas normas de convivencia y darles responsabilidades de forma progresiva, para que nos puedan demostrar que pueden ganarse la autonomía y responder a las expectativas que los padres esperamos de ellos.

Esto también depende de las costumbres, ya que en muchos países, como en Estados Unidos por ejemplo, lo normal es que los jóvenes se vayan a estudiar fuera de casa e incluso se marchen a otros estados, dejando el nido familiar antes de los veinte años. Los padres lo ven como un proceso normal y pasan página rápidamente. Sin embargo en otros lugares hay familias a las que les se les cae el mundo cuando los hijos se marchan de casa. La soledad y la tranquilidad que de pronto inunda el hogar puede causarles tristeza, depresión  y cierto estrés emocional, creando la sensación de vacío.

Pienso que debe haber un equilibrio. Ese sería un buen momento para reencontrarte con tu pareja, para retomar los planes que se dejaron a un lado por los hijos, para llevar una relación sana con ellos aunque no vivan con nosotros y para reenfocar creativamente la vida.

Como dijo José Saramago, nuestros hijos son prestados, les damos todo en la vida para que ellos puedan salir adelante y les abrimos el camino, pero luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Ya no nos pertenecen.

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La primera década

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Mi hijo mayor ya va a cumplir 10 años y a veces admiro de la transformación tanto física como de madurez que ha dado. El tiempo pasa muy rápido y viéndolos crecer nos percatamos de ello y nos damos cuenta de que nuestros hijos, que fueron bebés hace muy poco, ya se acercan a la pubertad y ya se sienten mayores, exigiéndonos cada vez más libertad y autonomía.

En esta edad, los niños entran en un período de transición y pasan a tener más dominio de su propio cuerpo. Los chicos se vuelven más competitivos y desarrollan la capacidad de practicar más ejercicio, poniéndose metas y sometiendo su resistencia a mayores desafíos, mientras que las niñas van notando cómo su cuerpo va cambiando y aparecen sus curvas y primeros signos de la pubertad.

Al cumplir los 10 años es cuando debemos afianzar las pautas para un buen crecimiento y una vida saludable. Ya sus hábitos de alimentación, higiene y descanso deben estar perfectamente establecidos y  deben ser parte de su rutina diaria. Hay que tener en cuenta la continua exposición a la "comida basura"  con la que constantemente se ven bombardeados en cada publicidad, por ello debemos mantenernos firmes en la alimentación dentro de casa y dar ejemplo con nuestros propios hábitos alimenticios,

En cuanto a su desarrollo intelectual, los niños de 10 años son más conscientes de lo que sucede a su alrededor y empiezan a solicitar más independencia; nos piden jugar a solas con sus amigos, ir a menos actividades con sus padres, más privacidad en su computadora, etc. A esta edad no debemos negociar sobre ciertos temas y límites que les hayamos impuesto, sin embargo sí debemos argumentar y explicarles el porqué de esos límites y darles las pautas que le permitirán seguir madurando. 

Muchos niños ya empiezan a cuestionar nuestras normas e incluso a mostrar su desacuerdo y ello nos hace replantearnos algunas cosas. Es posible que a medida que van creciendo, podamos ceder y suavizar algunas normas, pero no debemos caer en la trampa de tener que defender aquellas que nos parecen correctas y razonables para su edad.

Debemos ser muy pacientes y empezar a alentarlos a que tomen sus propias decisiones, incluso aunque nos parezcan equivocadas, lo mejor es no descalificarlos, sino encontrar el modo en que ellos mismos se den cuenta de la falta de base que tiene sus argumentaciones para que puedan superarlas y seguir adelante.

Se acerca la adolescencia, una etapa muy compleja en la que deberemos ser pacientes y ser muy cercanos a nuestros hijos, para que su desarrollo y sus relaciones familiares transcurran de la forma más natural posible.


El primer teléfono móvil o celular para un niño

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¿Cuál sería la edad recomendable para comprarle un teléfono móvil a mi hijo? Lo cierto es que no hay reglas establecidas ni una edad concreta, puesto que todo depende de la madurez del niño. Lo recomendable es facilitar un teléfono a partir de los 13 años de edad, si bien, los estudios indican que la mayoría lo adquiere entre los 10 y 12 años.

Antes de los 10 años de edad no se debería dar un teléfono móvil a un niño, a menos que tengas situaciones familiares o personales justificadas.

Muchos niños presionan a sus padres cuando sus compañeros de escuela empiezan a tener estos aparatos y se muestran ansiosos cuando no pueden tener uno. La presión social es bastante fuerte, pero lo ideal es retrasar al máximo la edad en la que le facilitamos un dispositivo a nuestros hijos.

En Italia se ha creado una escuela de padres y madres, llamada la Scuola dei Genitori, en la que pretenden formar a los padres y madres y darles consejos sobre este tipo de situaciones. Muchos no tuvimos esa experiencia cuando fuimos jóvenes y a veces no sabemos cuál es la mejor decisión para nuestros hijos. La mayoría de padres que le compran un teléfono móvil a sus hijos por primera vez, aducen que lo hacen por su propia tranquilidad, "para tener a mi hijo controlado", pero no son conscientes de los peligros que podría ocasionar el hecho de tener un teléfono cuando el niño no tiene la madurez suficiente. Por ejemplo, el uso excesivo o la dependencia que estos aparatos crean en las personas puede llevar al aislamiento y alejamiento de la familia y amigos o los fraudes y estafas que a menudo suceden cuando uno tiene un menor control sobre lo que los chicos hacen con sus teléfonos. 

Deben existir ciertas reglas desde el principio, como por ejemplo, dejar apagado el teléfono al entrar a la escuela, apartarlo a la hora de comer, poner un límite de gasto mensual, etc. Debemos alentarlos a que realicen actividades físicas o deportivas, a que no se aíslen y sobretodo, predicar con el ejemplo, ya que muchos padres están constantemente con el teléfono en la mano, en las redes sociales, etc y no podremos exigirles nada que nosotros no hagamos.

Es importante que apaguen el teléfono una hora antes de irse a dormir, para que puedan descansar relajados y debemos conversar con ellos acerca de los riesgos y situaciones que se pueden llevar a cabo, además de la responsabilidad que supone tener un teléfono.






Cuando empezar a usar desodorante

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Actualmente mi hijo tiene 9 años y realiza muchas actividades deportivas con compañeros de su edad. Últimamente me he dado cuenta que algunos ya empiezan a desprender cierto olor corporal y ello me hizo pensar en cuál es la edad recomendable para empezar a usar el primer desodorante.

Entre los se inicia la etapa de la pubertad, edad en la que los niños ya empiezan a transpirar con mal olor, pero esto no solo en las axilas, sino también en los pies y en los genitales, sobretodo cuando hace mucho calor o realizan actividades físicas.
8 y los 12 años

Hoy en día, existen muchos productos en el mercado para evitar estos malos olores, pero no hay que dejarse llevar por los comerciales ni marcas conocidas, sino que debemos elegir muy bien el producto que le vamos a dar a nuestros hijos. Muchos de estos productos contienen químicos que pueden ser dañinos para su salud, pues son conservantes o bactericidas para evitar que el producto se dañe, pero que absorbemos a través de la piel. Lo ideal para el primer desodorante, es intentar buscar en tiendas de productos naturales, algún desodorante fabricado con aceites naturales o productos sin colorantes ni perfumes, ni aluminio. Esto puede aplicar también para los adultos.

Lo principal es que el niño aumente su higiene e indicarle que debe lavarse más cuidadosamente las zonas más sensibles a desprender olor, como las axilas, los pies, la zona púbica, etc. También es bueno hablar mucho con ellos y explicarles sobre los cambios que se avecinan en su cuerpo en esta etapa de la pubertad.

También ayuda que utilicen telas frescas y de fibras naturales como el algodón, ya que las telas como el poliéster o nylon favorecen el mal olor. Es aconsejable lavar la ropa con frecuencia y si es necesario, bañarse dos veces al día en la época de más calor. 

Recuerden, no todos los niños van a necesitar usar desodorante, simplemente con más higiene corporal puede ser suficiente. Es mejor retrasar el máximo posible el uso del desodorante y cuando ya lo requiera, es necesario buscar uno sin alcohol, ni parabenos, ni aluminio , que contenga ingredientes naturales y no dañe su salud.

Viajar con niños es fácil

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Recuerdo los viajes que hacía con mi pareja antes de tener hijos y a veces añoro esa libertad de horarios y tiempo para conocer nuevos destinos, en los que recorríamos hasta el último rincón, antes de acabar agotados en el hotel. Cuando uno tiene hijos, la cosa cambia. Hay familias que viajan con sus hijos y llevan un buen ritmo, hay otras que cambian los destinos por otros más tranquilos y relajados, porque tienen unos horarios que cumplir.  

Viajar con niños no debe ser un impedimento para disfrutar unas vacaciones, aunque esto depende de cuántos hijos viajan y sus edades. No es lo mismo viajar con un bebé que con un niño de 9 años, pero al final todos se logran acomodar.

Aquí les vamos a dar unos cuantos consejos, para que los viajes con niños sean más apacibles y toda la familia los disfrute:

Lo principal es estar relajado mientras se prepara el viaje. Si demostramos angustia, nuestros hijos lo perciben y ya viajan predispuestos. Un viaje es una aventura y hay que tomárselo como tal. No todo va a salir perfecto y seguro que algo importante nos olvidamos, pero si salimos con la mente positiva y pensamos que todo va a ir bien, seguramente irá bien.

Si viajan en avión, lo ideal es ir con tiempo al aeropuerto para que los niños gasten energía mientras los padres esperan los engorrosos trámites para embarcar. Muchas veces dejan embarcar a las familias con niños primero, pero esto puede ser contraproducente, puesto que deben esperar más tiempo sentados en los estrechos asientos del avión, así que si sus hijos son inquietos, es mejor que espere hasta el final para embarcar. Hoy en día, la mayoría de niños viajan con sus juegos electrónicos o tablets y eso los mantiene un poco entretenidos. Libros para colorear, puzzles (aunque con éste último no garantizamos que las piezas lleguen a su destino), juegos de cartas...son un buen entretenimiento para los más pequeños.

Cuando viaje con niños, no pretendan recorrer una nueva ciudad en un día porque nadie va a poder seguir el ritmo. Seguramente se quedarán cosas por ver, pero así tiene otra excusa para regresar. Lo ideal es visitar una atracción por día y no trastornar mucho los horarios de la siesta o de irse a dormir. Es mucho más relajado pasar más tiempo visitando un solo lugar, que ir corriendo a varios sitios y al final no apreciar nada. Es mejor planificar el día antes los lugares que se van a visitar.

Si los niños son más grandecitos, es bueno hacerlos partícipes de los planes de viaje. Ello hará que se sienta importante y disfrute más el recorrido que "él" ha elegido. Si tiene varios hijos, lo ideal es que cada uno elija un itinerario para cada día, así todos estarán contentos.

A veces ocurre que hay diferentes gustos en una familia y en ese caso, no sería mala idea separarse. Por ejemplo, es posible que un niño se aburra bastante en una casa de princesas o que a alguno no le gusten los deportes. En ese caso pueden ir la mamá con un hijo y el papá con otro y encontrarse a la hora de almuerzo para contarse sus aventuras.

Otro consejo es llevar algo con lo que el niño esté familiarizado, como su juguete favorito o el peluche con el que duerme.

Recuerden, viajar con niños puede ser una agradable aventura, solo es poner buenas ganas, planificación y mucha disposición para pasar unas vacaciones geniales.

Tareas que los niños pueden hacer en casa

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Como madre de dos niños de 9 y 7 años, reconozco que muchas veces intento retrasar el momento de poner a mis hijos a hacer tareas y ayudar en la casa, pero lo cierto es que ya tienen edad suficiente para colaborar con las tareas diarias y empezar a adquirir ciertas responsabilidades.

Desde los 6 años ya se les puede dar algunas tareas fáciles y para que no se les haga aburrido, no debemos hacerlo como una orden, sino con una buena actitud y colaborando con ellos como si fuera un juego. A esta edad ya pueden hacer cosas simples como recoger su cuarto, ordenar y clasificar la ropa limpia, hacer su cama, ayudar a barrer la casa, recoger los juguetes, ayudar a poner la mesa o tirar la basura (si está cerca de la casa). Cuando el niño es pequeño, estas tareas son incluso divertidas, ya que los niños se sienten importantes y para ellos es como un juego. Ya cuando el niño crece y los padres les reclaman estos quehaceres, las cosas se vuelven un poco más difíciles.

A medida que nuestros hijos van creciendo, les tenemos que ir dando más tareas y explicarles exactamente qué se espera de ellos. Al principio, seguramente no lo harán muy bien, pero no debemos regañarlos, sino explicarles cómo lo deben hacer mejor.

Sobre los 8 o 9 años, ya pueden adquirir mayores responsabilidades, como pasear al perro o ir a comprar el pan si es un lugar cercano a la casa. A esta edad ya se les puede enseñar a hacer cosas en la cocina, como un huevo revuelto o simplemente colaborar con nosotros en platos simples o repostería. Esto les suele gustar y lo ven como algo divertido.

Es mejor establecer un horario para hacer ciertas cosas, como por ejemplo, poner la mesa antes de comer, recoger el cuarto antes de ver la televisión, cepillarse los dientes después de cada comida, etc.

Sobre los 10 y 12 años, ya pueden pasar la aspiradora, hacer platos de comida simples, poner y recoger el lavavajillas, cortar el césped y limpiar baños (esta última tarea no nos gusta ni a los adultos, por lo que va a costar un poquito).

Esta claro que todos los miembros de la familia deben participar y tener responsabilidades. Los padres, como siempre hemos dicho, deben predicar con el ejemplo y colaborar entre ambos en las tareas domésticas.

También es importante que si los niños se olvidan o no hacen la tarea, que los padres no lo hagamos por ellos, porque deben aprender que la responsabilidad es suya y tienen que encargarse de ello.

Cuanto más tarde empecemos a darles tareas domésticas, más difícil será educarlo para que sea constante y ordenado en las diferentes facetas de su vida, los niños deben saber que es muy importante ayudar en casa porque los valores que aprenden, le servirán para toda su vida.

Bueno, les dejo que voy a poner a mis hijos a recoger un poquito... ¡Hasta la próxima!