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Empezando la guardería

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Tuve que llevar a mis dos hijos con 9 y 6 meses por primera vez a la guardería por razones laborales. La verdad es que, llegado el momento, se hace difícil dejar a tu hijo o hija al cuidado de otras personas. He tenido la suerte de encontrar una guardería fabulosa muy cerca de casa y siempre he estado tranquila en ese aspecto, ya que sé a ciencia cierta que los niños están en buenas manos.
 
Es verdad que el primer año de ambos fue un poco difícil, pues se enfermaron en bastantes ocasiones, pero ya a partir del segundo año, se fueron haciendo más fuertes y más inmunes a dichas enfermedades.

La primera vez que nuestros hijos asisten a la guardería, es recomendable hacerlo de forma gradual, si es posible, llevarlos unas pocas horas al día para que se vayan familiarizando con las cuidadoras y el entorno.

Para ellos es una gran cambio, ya que esta etapa implica la primera separación del entorno familiar, un entorno en el que el niño o niña se siente seguro y ahora deberá adaptarse a nuevas relaciones con otros adultos y quizás a otros horarios diferentes a los que estaba acostumbrado.

Por ello, es muy probable que nuestro hijo manifieste de diferentes maneras su miedo e inseguridad frente a este nuevo cambio; ya sea con tristeza, llorando, con inactividad o rechazo hacia sus educadores. Incluso es probable que manifieste cambios en el sueño o en los hábitos alimenticios, pero esto es totalmente normal, ya que forma parte del proceso de adaptación a la nueva situación.

Nosotros como padres, deberemos intentar ayudarles a superar estos miedos siendo comprensivos y con una actitud flexible pero a la vez firme. No vale que nos quedemos consolándolos durante largo rato a la entrada del centro, porque eso sólo conseguirá empeorar las cosas y que los padres nos marchemos con dolor, cuestionándonos si hacemos bien "abandonando" a nuestros hijos.

Las educadoras, siempre me han comentado que una vez pasa el período de los primeros días, los niños se habitúan con facilidad, sin embargo, son verdaderos maestros en el arte de mostrar sufrimiento a los padres. Por lo que me han contado, en la mayoría de los casos, el llanto cesa una vez se cierra la puerta.

Sí que es importante que los padres apoyemos a los pequeños, que tengamos buena relación con las cuidadoras e intentar hacerles comprender a los niños, que estarán bien atendidos y compartirán con otros amiguitos a la vez que aprenderán muchas cosas nuevas.

No se debe olvidar que cada niño es único y diferente, por lo que el proceso de adaptación no es el mismo para todos, pero entre la escuela infantil y los padres, conseguiremos que en poco tiempo, esta adaptación sea un éxito.

Juegos en la carretera

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A menudo hacemos viajes largos en carretera con nuestros hijos y muchas veces ellos terminan aburriéndose de estar tanto tiempo en el vehículo. Por eso, en el articulo de hoy, queremos proponerles diferentes juegos para entretener a los niños y que la jornada del viaje se les haga más amena. Estos juegos son ideales para niños entre 4 y 12 años.                            
                                         


Juego de las letras

Se trata de que un miembro de la familia elige una letra y dice: “Un, dos, tres, decimos palabras con la letra … P (por ejemplo)” y cada uno debe decir una palabra con dicha letra, hasta que ya no les salga ninguna palabra o se repita la palabra más de una vez. Se van turnando las personas que vayan en el vehículo, eligiendo letras diferentes cada vez. Gana el que menos se equivoque. Este juego favorece la habilidad con las palabras y les ayuda a relacionar las letras del alfabeto con las palabras seleccionadas.

Juego alfabético

Este juego se inicia encontrando alguna palabra en un cartel o letrero que veamos en el camino, que empiece con la letra A. El primero que la encuentre, dice la palabra en voz alta y el próximo objetivo es encontrar una palabra que empiece por la B y así sucesivamente hasta terminar el alfabeto en la Z. Se pueden omitir letras complicadas como la k, la q o la ñ.

Juego de las matrículas

Se pueden hacer dos versiones de este juego. Por un lado, se puede intentar contar las matrículas extranjeras que se vean por la carretera y gana el que consiga más al final del recorrido.

Otra versión es sumar los dos primeros números y los dos últimos de cada matrícula y si ambas sumas dan el mismo resultado, se gana un punto. Gana el que más puntos tenga.

Estos juegos refuerzan la habilidad matemática y el cálculo mental, a la vez que los mantienen entretenidos.

Juego de geografía

Se trata de nombrar un lugar, ya sea una ciudad o un país y la siguiente persona debe decir otro lugar con la letra que termina la primera palabra, y así sucesivamente. Por ejemplo, si se dice España, la otra persona dice Atenas, la otra puede decir Singapur, etc. Este juego es para niños un poco más mayores.

Veo veo

Este juego es un clásico para jugar en el camino. Generalmente dejamos que el niño elija algo que ve en dentro del coche y nos dice de qué color es. El resto tiene que adivinar de qué objeto se trata.

Con los más pequeños, siempre podemos cantar canciones infantiles con ellos durante la travesía. También está la opción de ponerles un reproductor de dvd en la parte trasera del vehículo y ponerles alguna película que los entretenga un rato, pero por supuesto, esta opción no será tan divertida como jugar con los papás.

Si el viaje es muy largo, es conveniente parar y descansar. Los niños deben caminar un rato y despejarse un poco para retomar las fuerzas y seguir nuestro camino.

Regalos para nuestros hijos

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Un tema que llama la atención hoy día, es el de los regalos que hacemos a nuestros hijos. Cualquier fecha y motivo es ideal para hacerles un regalo. Recientemente ha pasado la Navidad y ya no sólo llegan los Reyes Magos, sino Papá Noel, el regalito del colegio, el regalito de los familiares, los vecinos, etc. Atiborramos a nuestros hijos con inmensas cajas y multitud de regalos de todas formas y colores, muchas veces innecesarios y que, en realidad, nos gustan más a nosotros que a ellos. Recuerdo una Navidad que mi sobrino de 3 años y medio, después de todo un día de recibir regalos por parte de toda la familia, cuando llegaron los tíos con más regalos, explotó y dijo: "¡ya no quiero más regalos!" Me puse a pensar que para que un niño diga eso, realmente debía estar saturado.


Me tengo que incluir entre los padres que caemos en la tentación del consumismo ya que al final termino comprándoles más cosas de la cuenta, pensando en la carita de ilusión que pondrán al recibirlos; pero la cruda realidad, es que esa carita de ilusión, dura los diez minutos que tardan en abrir los regalos y dos semanas después, muchos de esos juguetes acaban en una esquina sin que nadie les haga caso.

Aparte de la Navidad, los niños reciben regalos por su cumpleaños, cuando se les cae un diente llega el ratoncito Pérez, cuando hacen la Primera comunión, etc. Recuerdo que en mi época, cuando se me caía un diente, al día siguiente encontraba una moneda bajo la almohada, que seguramente no me llegaría más que para alguna chuchería, pero con eso ya era feliz. Hoy en día, en muchos hogares, esa moneda se ha sustituido por billetes o por cajas de regalos enormes que no tienen razón de ser.

En su libro (muy recomendable) “Papás blandiblup”, Mª Ángeles López nos pone el ejemplo de la Primera Comunión. Dice que ya son pocos los niños que no asocian este acontecimiento con la recepción de una avalancha de regalos caros. Para muchos es la única motivación de hacer la Primera Comunión. Los niños van vestidos de almirantes y las niñas con pomposos vestidos carísimos, compitiendo a ver quién va más elegante. De hecho, lo que menos importa es la celebración religiosa.

Lo peor es que los niños ya no piden, sino exigen ser recompensados con estos regalos. Se porten como se porten, saben que el día de Reyes, que el día de su cumpleaños o en su primera comunión, llegarán montones de regalos para ellos y pobre de nosotros como no sea así.


Alguien me explicó que durante su infancia, estuvo tres años para reunir unos cupones que le daban derecho a una bicicleta. Estuvo tres Navidades sin recibir ni un solo regalo, para al final tener su recompensa. Eso hizo que la cuidara, que la mimara y que valorara mucho más ese objeto que tanto esfuerzo le había costado conseguir, sintiéndose orgulloso cuando al fin lo logró. Eso me hizo pensar en que nuestros hijos tienen de todo y aún así quieren más. Nuestra misión en enseñarles a valorar las cosas e intentar que se esfuercen en conseguirlas, para que las cuiden y las valoren por lo menos un poquito más.